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Ya hace un par de meses desde la muerte de Steve Jobs, me he mostrado algo distante a opinar y crítico con tanta alabanza desatada. Mi opinión muy resumida: si la «visión» de Jobs (y la ejecución de su equipo) nos hizo la vida más cómoda a los afortunados que podíamos pagar los productos de la marca de la manzana y supuso una gestión empresarial, digamos, impecable (los números no mienten ¿no?) … Steve Jobs no estaba trabajando por algo más trascendente para la humanidad que la tecnología de consumo. Soy el primero que considero la tecnología una parte del progreso de la humanidad y una herramienta para la investigación, pero la tecnología de «consumo» me parece no tan importante y su marketing, el mismo «diablo».

La cosa es que pese a la distancia, pese a la intimidad que creo que merece la muerte y por lo tanto no me genera necesidad de escribir sobre ella, también quería dejar constancia de toda esta locura que me ha parecido la alabanza a la productividad, a la visión, al incremento del valor en bolsa, a la inteligencia bien utilizada, a la manera de gestionar, al agradecimiento por darnos esos productos, que tanto han mejorado nuestra productividad y facilitado nuestra vida. Muy propio de esta sociedad con valores peculiares: el dinero, el buen desempeño, la empresa, el trabajo, el disfrutar (si puedes).

Me alineo más con algunos de los autores que hablaban de lo que Jobs había supuesto para ellos a nivel «personal». Yo me atrevería a decir que seguir las desventuras de Steve Jobs al frente de Apple me ha hecho mejor persona, así de simple. Y así de complejo, claro. Algunas de las ideas en las campañas publicitarias, leer sobre él en el libro «De Pepsi a Apple», su discurso en Stanford a los días de pronunciarlo, antes de que fuera tan ampliamente difundido como lo ha sido esta semana, me hicieron preocuparme por una serie de cosas que no tienen que ver con el éxito profesional y sí con intentar vivir una vida «más plena», haciéndolo además de forma consciente y sin miedo al final (físico, de la misma).

«Think Different» y «El camino es la recompensa»

Recuerdo que leía sobre Steve Jobs en mi primer empleo (1990), donde tenía que leer todos los días la prensa económica; ahí estaba él, como una nota al margen cuando se hablaba de Apple, porque entonces él era el joven millonario que estaba gastando su fortuna en NeXT y Pixar, mientras John Sculley lanzaba el Newton y Apple no dejaba de meterse en problemas.

Vivi la época de Spindler todavía con el deseo de un Mac (no se muy bien por qué)  en mi mente y finalmente tuve uno en mi trabajo durante el año 1997, ya con Amelio al frente, cuando dejé ese trabajo en febrero de 1998, Jobs estaba recientemente re-incorporado, la campaña de Think Different ya estaba en marcha y el iMac estaba a punto de ser presentado;  para entonces había leído ya «De Pepsi a Apple» (John Sculley) y en algún momento había encontrado la cita «The Journey is the Reward» (El Camino es la Recompensa) … hasta que en diciembre de 1999 compramos el iMac G3, Special Edition.

Eso abrió una etapa de mi vida muy mackera, involucrado en las incipientes comunidades de usuarios, chats y en alguna BBS de apátridas de las existentes con el beneplácito de algunos distribuidores y acabó conmigo reconvertido en «comentarista» sobre Apple, casi siempre muy positivamente; así que evangelizador de Apple y de ahí las KDDs, el GUM de Valencia, algunas apariciones en medios por culpa de mover todo ese asunto. De todo esto he conocido un montón de gente estupenda y muy distinta. Y eso también ha sido gratificante.

Gracias, Steve

Pues sí, gracias Steve. Sobre todo por habérmelo hecho pasar bien, con toda esa gente (distinta en cierta medida y algo fanboy) que he conocido alrededor del Mac y por haberme hecho ir investigando determinados caminos basado en pequeñas pistas, citas, ideas … que yo creo que me han venido muy bien como persona.

Te agradezco mucho más la cita de «el camino es la recompensa» que todas las herramientas que me has dado. Te agradezco mucho que me hayas hecho sentir bien compartiendo cosas con amigos sin entender mucho de informática («it just works») y pasar ratos geniales con un montón de usuarios, comentando, compartiendo, aprendiendo, etc. Todo ello lo agradezco más que las satisfacciones en sí mismas devenidas de usar Mac.

Respecto a las personas, el último ejemplo de esto fue en la apertura de la tienda en Valencia, cuando realmente me di cuenta que me lo pasé mejor fuera de la cola, saludando a amigos, a clientes de cuando he vendido Macs, a familiares, a usuarios de Twitter de lo que llamamos la #pandillamac, escapándonos a almorzar, etc. Todo eso fue para mi más importante que ver ese mismo día la tienda llena de gente, tras una incómoda cola (por bien organizada y entretenida que estuviera), tras un seguimiento de los avances de la obra con fervor casi religioso … el templo del consumo.

Aún así, disfrutar de muchas de las personas alrededor de toda esta historia del Mac, es lo que más le agradezco.

«La muerte es posiblemente el mejor invento de la vida»

Y todo ello sin darle una importancia trascendente … porque el camino es la recompensa, lo que vas viviendo en cada momento es lo que importa, aquello de lo que merece ser consciente, sin mirar demasiado atrás ni demasiado adelante, porque al final habrá cambios y hay que aceptar el cambio, porque es necesario. Por eso mi parte favorita del discurso de Stanford es: «La muerte es posiblemente el mejor invento de la vida; es el agente de cambio …»

Creo que esa enseñanza, que podría haberme llegado por otro sitio (y que en realidad es más como si la hubiera asumido, porque de alguna manera la sentía –a la vista de mi manera de enfrentarme a algunas situaciones–), me ayuda en muchas cosas en mi día a día.

Y como a tantos otros, también me gusta esa otra frase del discurso: no malgastes tu vida, viviendo la vida de otros. Yo he decidido no vivir más la vida de Steve, creo que es un poco lo que hacemos cuando nos «ponemos» ídolos, modelos a imitar.

Por eso, porque no quiero vivir la vida de otro, intento sacar la nariz fuera del mackerismo radical, del concepto fan(ático)  –fan viene de fanatic–, aún habiéndomelo pasado muy bien dentro, y enfrentarme al mundo con mi propio batiburrillo de ideas y vivencias.

No tengo ni idea de donde me llevará esto, pero creo que pasar páginas es saludable … y pueden ir atrás y adelante 😉